miércoles, 21 de diciembre de 2016


Le llamaban Navidad, os guste o no

Según parece en Occidente, cada vez es más cool odiar la Navidad. Como decían algunos la Navidad, más que un momento o estación, se convierte en un estado de la mente. Un estado que desaprueba el hecho de que hay que ser feliz sí o sí; con lo cual uno se pregunta si realmente la gente es feliz durante el resto del año o bien la Navidad les sirve de excusa para tener una causa para seguir sin estarlo.

La gente se acoge a discursos tales como que la Navidad es una invitación al consumismo, en donde se pierde el tiempo compartiendo inacabables comidas con la familia, amenizadas con estúpidas y repetitivas películas. Son días de celebraciones bajo una religión que según parece no comparten y en donde las tentaciones a los excesos parecen estar mal aceptadas.

Al fin y al cabo, parece ser una desaprobación entorno a tener que aparentar una personalidad con la que no se encuentran cómodos y encima hacerlo frente de los seres “queridos”. Pues tal vez aquí es donde llega el problema, pues frente ellos salen a relucir las realidades de las cosas.

Sí, tal vez cada uno de ellos durante el resto del año aparenta una imagen hecha a la medida de aquellos que juegan el papel de jueces de su vida y cuando necesitan llevar ese personaje frente a los que realmente conocen, la familia, la confusión llega a saturar sus mentes.

Una vez más el mundo al revés; lo que en principio tendría que ser una fiesta en la que juntar la familia y disfrutar plenamente de los amigos, dichos encuentros se acaban convirtiendo en calvarios personales que superar, con la mejor sonrisa posible.

Sí, tal vez se acaba sentando en una misma mesa, un conjunto de personas que sin saber porque, se ven obligados a desempeñar un papel con el que no se sienten cómodos. En cambio, los que acaban disfrutando más de estos días son los más pequeños, supongo que por ser más inteligentes. Y está claro que es estúpido utilizar la excusa de que son los regalos lo que nublan su vista, pues tal vez somos nosotros los que realmente la tenemos nublada durante todo el año.

Por suerte los pequeños de la familia no conocen a nadie que juzgue su vida, con lo cual tienen la posibilidad de comportarse durante todo el año con la misma naturalidad o, mejor dicho, tal como son.

Ahora en Katmandú, veo un árbol de Navidad, claro está, en uno de los principales centros comerciales de la zona. La gente pasa frente suyo y juega a hacerse selfies con los amigos y la familia. Realmente no tengo ni idea de si se sienten felices o no, pero dudo que el estado de la Navidad les tenga la mente ofuscada. Tal vez será que cada uno de ellos se sienten como niños, o bien que por suerte en el día a día se pueden comportar como realmente son.

En definitiva, no me voy a poner a juzgar a nadie, pero la verdad es que a mí no me importaría hacer “un vuelve a casa vuelve por navidad” por unos días, y tal vez con una taza de café de marca sin especificar, pasar un rato con los míos; eso sí, siempre y cuando no simularan una sonrisa preparada tras el último espejo de la casa.

Por otra parte, reconozco que estoy feliz por estar de nuevo un año, sin ver estúpidos Papa Noel colgados de las ventanas; tal vez es que un punto de occidentalización o como quien dios quiera que se diga aún me queda. Tal vez aun no consigo comportarme todos los días del año tal y como realmente soy. Tranquilos, si realmente os importa o esperáis una respuesta, os diré que estamos en ello.

En estos momentos, que mejor que acabar con una de esas canciones “odiadas” y a la vez esperada ser oída en estos días. Disfruten y rían un poco, aunque les duela…



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