viernes, 13 de enero de 2017


No dejes de llorar por mí, Testosterona

El hecho de estar en Nepal, un país mayormente hinduista, conlleva a que el tema de la desigualdad de género aparezca como carta de presentación en muchas de las situaciones diarias.

Pero ahora no voy a entrar en el terreno religioso, pues de allí de dónde vengo, una religión que tampoco comparto; la llamada virgen María representa también el modelo de mujer sin deseos para sí, ni siquiera el deseo sexual, y con la maternidad como única aspiración, parece querer representar el ideal al que todas las mujeres deben aspirar.

Sí estúpidamente pasa en todos los lugares del mundo, de forma más o menos enmascarada se necesita agarrarse a la separación de género; una de esas incomprensibles necesidades humanas de clasificar el mundo simbólicamente para poder ordenarlo y pensarlo.

Gracias a ello vamos creando estereotipos de género, que nos anulan como personas y que acaban limitando nuestras acciones al son de aquel que debemos adorar sin haberlo conocido.

Uno de esos estereotipos que apareció el pasado día en el templo de Pashupatinath, fue el de llorar; según parece y dejando aparte de que si según el hinduismo, la muerte es o no motivo de tristeza debido al hecho de que es una puerta a una nueva vida. La cuestión es que las mujeres no pueden asistir a los funerales por ser consideradas demasiado emocionales y sensibles, con lo cual el problema es que tal vez se pondrían a llorar…

La verdad es que uno no entiende lo que estamos creando. No me valen de ninguna manera aquellos estudios científicos que dicen que las mujeres lloran más porque sus conductos lagrimales son más cortos o bien de si es una lucha entre la prolactina y la testosterona; pues no me cabe en la cabeza que la razón universal se base en el conocimiento científico, ya que el poder del ambiente ya sobrepasa la genética.

Al fin hacemos creer que más que la testosterona, es la estupidez la que se nos sube a la cabeza y consigue que la gente termine por creer que expresar los sentimientos es un signo de debilidad y que las mujeres a quienes sí les está permitido llorar, son seres débiles.

Todo viene por hacer aparecer la palabra “genero” en nuestros diccionarios; como aquella organización social de las relaciones entre sexos. Un sexo imprescindiblemente de ser definido, para cada uno de aquellos que quieran gozar de según parece, una vida adaptada y saludable psíquicamente, dado que el reconocimiento social pasa por adaptarse a esta norma.

Una vez más la interacción social que tanto parece que nos junta como personas físicas nos acaba alejando como personas emocionales que somos. Uno según parece ya no puede expresarse como quiera, según sea hombre o mujer, pues la etiqueta cayó del lado de la incomprensión.

Así que espero que llegue el día en que los humanos sin importar ningún orden estúpido de clasificación, sigan disfrutando de cada una de aquellas lágrimas de dolor y felicidad, pues las mismas nos ayudan a recordar que aun somos algo.

Me voy de Pashupatinath bien entrada la noche, finalizó la ceremonia diaria a Shiva; sonaba la voz entre el armónium y el tabla. Espero que el fuego allí presente no resecara los ojos de los allí presentes, pues mi conducto se quedó seco, de emoción…


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