miércoles, 4 de enero de 2017


Gracias “Mulateros”

Empezar el primer escrito del año es tan difícil como empezar las primeras líneas de un escrito; con lo que la posibilidad de acabar con una hoja en blanco tras otra puede hacer que las noches sean más largas de lo normal.

Y la verdad es que las cosas se complican cuando los últimos días vividos se vuelven especiales. Unos días que tal vez tardaran semanas en ser valorados y que tal vez me arrepentiré de no poderlos haber vivido con más intensidad. Pero este el precio que uno paga al vivir de las emociones, pues las mismas te desbordan y te acaban hacer vivir la realidad de la vida a trompicones.

Ahora no era momento de hablar de ninguna Durbar Square, de Pashupatinath, del Templo de los Monos, de Kopan o de cualquier sinfín de monumentos que tal vez sí que me inspiraban, sino que era momento de hablar de aquello que a uno le mantiene vivo, las personas.

Sí, me he hartado de decir una y otra vez que lo que me mueve son las personas, pues todo lo otro que me rodea no es nada más que un escenario cambiante en el cual me sitúo para seguir actuando.

Actualmente según parece le había tocado a Nepal, ser ese espacio en donde vivir como figurante, y gracias a aquel lugar podía reconocer nuevas figuras con las que inventar nuevas historias que vivir.

Pero un día en ese escenario aparecían personajes de historias pasadas y con ello me trasladaba sin darme cuenta a otros episodios de la vida en lo cuáles los escenarios fueron más familiares, pues las duraciones de los mismos tras subida de telón se alargaron esporádicamente al paso de los años.

Sí, por ese escenario llamado Nepal, aparecían dos personajes que sin tal vez sin saberlo ni quererlo, habían entrado en muchos capítulos de mi vida. Sí, habían tenido que aparecer tanto en comedias como en tragedias. Eran ese tipo de personajes que tarde o temprano cuando lees un libro acabas queriendo. Sí, son aquellos personajes que mientras vas leyendo un libro les van poniendo cara y acabas soñando en conocerlos para que te acompañen en tu vida.

Ahora la historia era al revés; había conocido su cara, su sonrisa, su forma de andar y de hablar sin leer nada de ellos y con ello, lo mínimo que podía hacer era humildemente escribirles unas palabras; unas palabras que tal vez nunca llegarían a asemejarse con la realidad, pero a menudo las emociones por suerte no entienden de vocabulario.

Tal vez muchos de los que estáis leyendo esto ya les estas poniendo cara y os estáis imaginando como sonríen, como andan, como hablan.

Yo en cambio sentado en una sala de cuatro paredes me confundo y no sé si estoy en Barcelona o en Nepal, pues tal vez uno no sabe que es realidad o ficción o más que nada es que cuando uno tiene alguien tan próximo cerca, se olvida de lo que tiene a su alrededor.

Sé que se irán por un tiempo, hoy en día difícil de saber en cuanto a duración se refiere. Sé que desaparecerán tal vez de mi escenario en los próximos días, pero estoy seguro que muchos de esos días su voz en OFF seguirá sonando en mis oídos y me recordará que nadie esta sólo mientras esté despierto.

Y sino siempre me quedará su música para ayudarme a recordar, cada uno de aquellos muchos días en que compartimos los diferentes escenarios de nuestras vidas.

Gracias Uri i Magda por pasar de nuevo por un escenario de mi vida. Fueron más o menos horas juntos, pero por suerte sé que siempre estáis allí.



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