martes, 15 de enero de 2013


…..Isla de Huapi

De nuevo me sentía con la necesidad de intentar construir con mis palabras, nuevas imágenes que la gente pudiera experimentar con su cuerpo, pues no me podía permitir que los mundos virtuales que nos acechaban día a día acabaran substituyendo inútilmente la necesidad de nuestras percepciones sensoriales.

Para ello me intenté refugiar allí en donde lo natural y lo humano adoptaran un mismo sentido, allí en donde no hubiera sentido el hecho de hablar de primeras necesidades; sólo de esta manera podría desmarcarme, aunque fuese por un espejismo ilusorio, de lo que la sociedad nos intentaba hacer vivir.

Así que tras dejar el Puerto de Futrono me encontré en la Isla de Huapi; allí me esperaba una reducción indígena Huilliche que aún conservaba parte de sus tradiciones ancestrales. Sólo de esta manera podría desarrollar de nuevo esa búsqueda de esa esencia humana de la cual parece que ya no somos partícipes, esa búsqueda de la bondad que actualmente transformamos inútilmente en desconfianza. Si, esa inútil idea de dejar volar la desconfianza para sentirnos más seguros, esa inútil idea de hacer volar la duda por pensar que la misma es bella; consiguiendo que la misma sólo nos haga llegar a la palabra y nunca a la sensación de sentirla.

Pero ese camino de la búsqueda de la esencia del ser no sería fácil para un individuo como yo, el cual nunca había puesto al mismo nivel lo personal, lo animal, lo natural o como quiera que se diga. Ahora seguiría las huellas de los caballos, de los bueyes, de los corderos o de los llamados humanos, unas huellas de vida expuestas bajo un mismo nivel, las cuales me ayudarían a revelar el significado de cada una de las mismas y con ello conseguir una idea global de la vida.

Finalmente tras deambular por la isla durante dos días, acabe acercándome a la llamada “Piedra Bruja”. La Piedra Bruja, compuesta de ceniza volcánica se caracterizaba por poseer en su interior, estrechas cuevas por donde se atravesaba para salir nuevamente y en el caso de no poder pasarla la leyenda decía que muy pronto algo malo le podía ocurrir a uno.

Allí de nuevo la duda se apodero de mí y para poder retomar mi confianza acabe cruzando sin problemas esa piedra ancestral, perdiendo así un poco de mi “yo” a cambio de seguir viviendo sin temor a nada.

 

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