lunes, 4 de marzo de 2013


Huanchaco, playas de Trujillo

Como podéis imaginar, después de unos días rodeados de calles con nombre, necesitaba un poco de relax para olvidar cualquier Plaza de Armas o vestigio histórico con el que pensar. Así que me dirigí a Trujillo, allí tras el grito de nuevos voceadores cargue mi equipaje a la voz de un sitio llamado Huanchaco.
Ahora me encontraba de nuevo sólo frente al mar, en donde una silueta femenina acariciada por rastas, ondeaba sus pensamientos tras el paso de aquel perro despistado que aullaba a gritos sordos ser querido por alguien.

Tras ese llamado sunset rojizo que se iba perdiendo bajo el horizonte del mar, esas ligeras ropas de color blanco parecían ser sopladas por un aire tímido que sin roce alguno no levantaban más que la propia imaginación de uno mismo. Era una de esas imágenes que tantas veces has visto, era uno de esos momentos que siempre te gustaría acariciar; pero acariciar sin tacto alguno, por miedo a que ello hiciera perder la belleza de aquel suspiro de sutileza humana.

Yo desde aquí mismo podía oler cada uno de aquellos movimientos y por respeto a los mismos no me di ni el permiso a fotografiarlos, pues la belleza es belleza cuando se siente y la mirada de la misma al cabo de unos días se hubiera convertido en una perpetua insensualidad sin nombre alguno por aquel que escribe en estos momentos.

Como he comentado muchas veces, en este viaje me daba cuenta que más que las cosas, lo que importaba eran las personas, pero incluso aquellas que pasaban frente de ti de forma anónima, pues las mismas me ayudaban a escribir el momento que estaba viviendo. Es bien cierto que si mi llegada a esa playa en donde ahora escribía estas palabras se hubiera demorado unas horas, muy posiblemente lo que hubiera vivido hubiera sido totalmente diferente.

Al día siguiente volví al mismo sitio; el mar me seguía acompañando, el sol empezaba a despedir el día, pero la brisa marcaba la ausencia de esos suaves ropajes que me habían hecho soñar…tal vez había llegado tarde a un encuentro sin cita alguna.

Nuevamente me decía a mí mismo; no pierdas el tiempo esperando nada, ves a por ello…porque aunque el mañana siempre llega, no te sonríe siempre igual…


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