Iquitos, la selva y la naturaleza
quedaron atrás.
Llego el día en que aquella bella
mariposa de color azul, que volaba suavemente por aquellos misteriosos y profundos
lugares se vio aplastada por la carga del aire humano. El sonido de los
mosquitos se vio transformado por ruidosas moto taxis que se retaban en cada
esquina buscando la mejor carrera. Las gotas ya no caían sobre verdes hojas que
yacían sobre los lagos, sino que estas eran evitadas por superficies
plásticas levantadas por la llamada
civilización; ya nada era como antes, parecía el fin de unas vacaciones
encomendadas dentro de un viaje escrito.
De nuevo me veía en una Plaza de
Armas en la búsqueda de un mercado en dónde poder alimentarme por pocos soles,
así que después de dar unas vueltas me tropecé con el llamado Mercado de Belén,
la llamada pequeña Venecia de Iquitos; en donde a pesar del caos, el humo, el
ruido y la gente, guardaba un algo especial que te atrapaba en medio de esas
casas flotantes…tal vez era una necesidad de recuerdo de los días anteriores,
tal vez era una regresión…
Tras pasear entre hierbas
medicinales que sanaban o bien te hacían olvidar por un tiempo todos los males
que pudieran ser escritos, acabe relegando Ayahuascas, San Pedros, Chacrunas y
Uñas de gato…por una mesa compartida en donde el manjar tomaba forma de pescado
bajo el nombre de Sábado, el cual se veía dulcemente acompañado por un maduro
frito que reposaba encima unas hojas de palmera.
Los mosquitos volvían a aparecer
como por arte de magia regocijando entre mis piernas, al tiempo que los niños
me miraban con caras extrañas tras la observación de aquel extranjero que con
pelo en la cara disfrutaba de ese manjar. Tras el regreso al Hostel, hombres
con caras y pies pintados aparecían desaliñados anunciando la próxima ceremonia
gringa del chaman de lengua extranjera llegado a ciudad; yo desistía y de nuevo
me formulaba nuevas preguntas en relación a todo aquello.
Así que lleno de curiosidad, me
escapaba al día siguiente al Mercado de San Juan, en donde el pintor esculpía
todo aquello que aquellas mentes vomitaban tras sus viajes personales en sus
últimos suspiros Ayahuasqueros; en ellas aparecían caras deformadas, cuerpos
desnudos y humanoides que se fundían entre la naturaleza; marcando una crueldad
y una ansiedad que parecían dejar atrás las pinturas negras de Goya. Los
acompañantes me hablaban del nuevo surrealismo y de la influencia de Dalí, tal
vez no era una coincidencia mi nacionalidad y que ellos tuvieran ganas de hacer
negocio..
Finalmente superada mi curiosidad
me fui a tantear el Mercado de Nanay, mi llegada tras ver de reojo la amplitud
del Amazonas, se limitó a decir; Un sábado y un maduro frito por favor, al
momento que esperaba que los mosquitos de nuevo cubrieran mis piernas… tal vez
era una necesidad de recuerdo de los días anteriores, tal vez era una regresión…
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