Portobelo
y de cómo un tal Drake llego; evidentemente Nick
Andando
con pantalones negros de piquillo y con la misma camisa blanca arraigada de
belleza triste se abría camino por vetustos muros de piedra que guardaban el
recuerdo de un pueblo de pescadores en donde los cañones de hierro yacían esparcidos
por el suelo.
Olvidados
cañones de hierro que se quedaron atrapados en una transitada vida de antaño y
que seguían deambulando al igual que él bajo la imposibilidad de adaptarse a su
propio tiempo, bajo la imposibilidad de clavar acordes que le ayudaran a sonreír
y a respirar hondo; mientras esperaba que el cosquilleo de las orejas le
hicieran olvidar la búsqueda de un refugio en donde sólo servirse de llorar.
Tal vez
era una mera deformación de la realidad, pero esos cilindros de hierro ahora no tenían mucho más que asentarse sobre
viejas ruinas de unos fuertes que sólo parecían servir como diques que luchaban
contra la maleza tropical; tal vez era una deformación de la realidad, pero
esos viejos acordes sólo parecían servir para alejarse de un mundo que lo tenía
desocupado de entendimiento.
Según
parece el oro de Perú ya no transitaba por esas tierras y la única piedra
preciosa se convirtió en una simple bola de hierro que se volvía ruda y pesada
mientras iba aplastando la gente; según parece la guitarra sólo transitaba por
una mente que se sentía aplastada por la gente, mientras era tomada como único ser
de compañía.
Cruda,
realista y bien aceptada compañera de ese bosque húmedo que escondía neblina
pasajera y que dejaba un horizonte de un mar que día tras día luchaba por
conocer el significado de la luna; de un mar que lleno de sentimiento
menospreciado sólo se tomaba como moneda de intercambio entre balboas y pesos,
entre bandas sonoras de un ficticio mundo feliz que parecía vender más en una
época que se equivocó en que día nacer.
Pero entre
tanta tierra y objeto tomado y desatado por puro interés, su música sigue
sonando llena de matices incomprendidos; así que ante tanta desfachatez yo
también me tomaba la libertas de hablar de quien quisiera, olvidando quien era
el Cristo Negro, el baile de congos, el tambor o el ron, pues de allí sólo
tomaba el apellido de un tal Drake para recuperar ese viejo lobo estepario de
la música; evidentemente Nick.
Un pueblo,
una gente, un músico que siguen esperando que sea hoy y así poder pensar que
mañana será mejor. Tal vez el problema es que sabemos lo que somos, pero no lo
que podemos llegar ser; así que es momento de empezar a querer y a quererse a sí mismo aunque el frio
no exista, pues la mente está completamente abierta para no tener que esperar a
que sean más de las doce.
No hace
falta esperar que el tiempo se nos coma… pues yo también puedo sentir ahora la
brisa en lo alto del árbol… y viene el viento del norte…y si no piénsenlo.
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